miércoles, septiembre 02, 2009

narraciones supervivientes, dice Chávez Castañeda

Foto sacada de Puente Aéreo, blog de Gustavo Faverón
Parte de la desgracia humana es el triste hecho de que la narración de los atacantes puede ser contada no únicamente por los agresores sino también por los millones de seres indiferentes que no formaban parte del bando victimario o del bando victimado de cada específica historia humana de violencia. Sucede así porque los dañadores y los testigos comparten una misma coordenada del discurso.

Jean Hatzfeld en su libro Una temporada de machetes —luego de entrevistar a los asesinos del genocidio de Rwanda y contrastarlo con los testimonios de las víctimas sobrevivientes— dice que, si bien ambos, agresores y agredidos, comparten una oración común donde piden al olvido que los proteja, en la narración de los asesinos los hablantes se llevan más o menos bien con su memoria y los recuerdos se conservan claros, fluyen sin estados de choque, asaltos de culpa, bloqueos. Que los relatos empiezan invariablemente desde la falsedad y pueden irse haciendo sinceros o no, pero los efectos de la confesión siempre son calculados, y que los relatores nunca abandonan la opción de callar; acallar a su solidaria memoria que les respalda hasta en los silencios. En definitiva, que los asesinos pocas veces enloquecen al retornar a su pasado porque propinar el sufrimiento favorece menos la demencia que el recibirla. Dice Jean Hatzfeld que, en completa oposición, la narración del superviviente, la de aquellos que no murieron cuando el mundo les pasó por encima, es un relato que nunca brota con la misma voz sino que ésta se va quebrando, adelgazándose, interrumpiéndose por silencios sin traducción y por llantos incontrolables, perdiéndose y luego enrollándose en digresiones y balbuceantes reflexiones, y por eso nunca se sabe cuánto va a durar la confesión. Los recuerdos van y vienen descontroladamente, y además se transforman, de allí que la tragedia se cuente infinidad de veces. Es constante, pues, la mutación, de modo que quien narra termina siendo lo narrado y viceversa. En definitiva, los supervivientes no vacilan en dejar que se adueñe de ellos la memoria (con la que no se llevan bien) porque acaso surja de su boca algo que nunca han contado para que les salve o los mate de una vez.

Ricardo Chávez Castañeda, "Globalización y Dolor".

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