sábado, junio 26, 2010

comunidá


1.
La chica cansada sirve las dos cañas y me cobra. Es que hay mucha gente, dice. No es por ti. Añade y le coloco el dinero sobre la mano. No te preocupes, le digo. Es que me hace sentir pésimo, me dice. Le sonrío. Ella ya está con otro cliente. Cargo las dos cervezas hacia donde Steph y me siento en la mesa que temblequea cada vez que clavo mi dedo en tecla. La Señorita I. me escribe por el chat. La hago esperar un segundo, en lo que termino este párrafo y escribo dos a continuación.
2.
En Madrid sólo llevo cuatro días. No pretendo conocer la ciudad. Creo no sufrir del caprichoso egoísmo del turista: ese que te hace pensar capaz de gozar de una autenticidad ajena a otros; que te lleva a interrumpir las rutinas de los residentes para presumir con extranjerías curiosa.
3.
El otro día, tras salir de la Biblioteca Nacional, tomé una siesta en nuestro piso, que está cerca de la estación La Latina. Quince minutos después, me levanté de mal humor. Algún ruido había interrumpido uno de mis sueños rutinarios en los que me descubro siendo mal padre. A primera instancia, maldije, en inglés. Entonces, levantado, quieto como estatua en el mueble de la sala donde duermo, puse oreja al ruido. Cerré el libro que intentaba leer—nunca antes había leído La Educación Sentimental y mencionarlo me hace sentir como un esnob—y puse oreja. No pude evitar sonreír.
4.
Pido otras dos cervezas. A mi lado, la muchacha de la barra discute con dos mujeres. Ellas insisten que no han pagado. La mujer del establecimiento les dice que les pagaron. Ellas dicen que no. Al fin, se resuelve el asunto. Ella me pregunta que qué deseo. Le digo que el individuo a mi lado lleva esperando un rato más que yo. Me detengo. ¿Qué es esto?
5.
Es reggaetton. Nunca me he sentido más feliz de escuchar regaetton. Es absurdo. No me gusta el género. Lo encuentro abominable. Sin embargo, el hecho de que en Madrid escuche regaetton de un piso cercano, el hecho de que no sólo sea sólo Daddy Yankee, sino que es Zion y Lenox, Kriz y Angel--como se escriba--, gentes que no esperaría escuchar... ¿no es así que se mide el éxito de una música, de un fenómeno? ¿Y qué si no me gusta? Cada cierto tiempo me asomo por el cuadrado de vidrio en mi puerta, a ver si atrapo un vistazo del vecino que mantiene despierto a los ancianos españoles que caminan por la corrala, quejándose. Cuando lo hago, la mujer no me parece boricua.
6.
No tengo internet en el piso. Digo, tengo internet ahora, pero no tendré luego. Esta entrada, de seguro, aparece un tiempo después de ser escrita, con una cita de Forster como cierre.
7.
You know the American girl in Punch who says: “Say, poppa, what did we see at Rome?” And the father replies: “Why, guess Rome was the place where we saw the yaller dog.” There’s travelling for you. Ha! Ha! Ha!

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