sábado, diciembre 03, 2011

proceloso: una reseña de palacio, dice rey andujar

Proceloso,
Notas desde una novella llamada Palacio.

Son, sing about your own time
I am not there
A movie about Dylan

El texto demarca la temporalidad mediante el teléfono como símbolo de lo anterior mientras la red Cyber es un ahora vulnerable. La precariedad de este presente tiene que ver con el intercambio de información. Hoy es posible comunicarse más rápido, en tiempo real, aunque el debate persiste en cuanto a la relación cantidad-calidad y cómo la cruzada tecnológica afecta los sentidos. Según Nortbert Bilbeny en La revolución en la ética, es luego de la Segunda Guerra Mundial que la perpepción cambia, obligando a reordenar la prioridad del sensorio. El acercamiento global planteado en la avanzada tecnológica entrega al ser a un distanciamiento de igual peso. Nunca antes el tacto, lo digital, ha sido tan determinante.

Los personajes de esta novela son supervivientes de la avanzada electrónica. Es cierto que el mundo ha cambiado pero no los (des)afectos. Frankie, una de las voces narrativas, describe con impulsos defraudados un presente antiséptico en cuanto al fracaso colectivo y busca, en un pasado demasiado cercano para entenderse, las razones que obligaron a su compañera a tomar villadiego.

En medio de la modernidad que favorece la exposición y la falsa idea de fabulosidad, el tono es intimista, establece crudeza y pulcritud. Uno de los párrafos príncipes resume lo que para Frankie [escritor y todo] sostiene la literatura como gesto inútil, “Tres mil palabras devueltas al vacío del que habían surgido. Eso no era lo que quería decir. Cerré los ojos por un segundo. Escribí algo mucho más simple y visceral. Alice, me haces falta.”

Pero la esperanza radica en ese gesto inútil. Es escribir lo que permite a Frankie reconstruir la relación; crea un rompecabezas de piezas que se unen a partir de los lugares comunes, la película o el libro; aquella música. Lo que aleja a Frankie del tono pretencioso o nostálgico al nombrar hitos determinantes de la historia del arte contemporáneo, es la parquedad con que se ajustan a la historia, revelando su eventual importancia. No hay menciones just because.

Entre notas de despecho Frankie navega otras dos historias, la de Ayesha, una compañera de correrías estudiantiles y Willow, una trompetista de jazz que en vez de Miles va más por el lado de Lee Morgan y Louis Amstrong.

Es Alice, la mujer ausente, la causante de que Frankie cuente el fracaso japonés que conforma el cuerpo medio de la trama. Digo contar porque quien escribe es la mujer, quien a su vez es la encargada de traducir un diario escrito por Kaede, la hija muerta de un ornitólogo. Se accede a un contra-reflejo en donde la ausencia es lo constante, ya sea en forma de muerte, desgana o despedida.

Hacia la parte final de la novela, un cambio súbito en la voz narrativa muestra a un Frankie más frágil aún mientras el resto de los personajes se declaran definitivamente alejados; mucho mejor lo describe Willow, al hablar de Frankie y Alice, “Quizás ni se lo imaginarán. Están a oscuras, tanteando. Nosotras también.” Durante la relectura de esta novela recordé mucho a El perseguidor de Julio Cortázar. La imposibilidad de contarlo todo, de vivir sólo para el arte y la búsqueda de que ese fondo se convierta en forma; de que el medio se convierta en día a día y que lo exterior, lo cotidiano, sea la verdadera locura. El gesto inútil como sentido único. Palacio está escrita desde personajes que añoran tocarse; una novela para ese mañana tan temido.


Rey Andújar, en Chicago – Septiembre 2011
[Esta reseña fue o será publicada en Diálogo, según me comentaron en un escueto e-mail que recibí]


No hay comentarios.: