miércoles, enero 08, 2014

manos en la masa

Imagen de ThinkStock

Algunos de mis momentos más felices en los pasados cuatro años de trabajo académico han sucedido cuando me he descubierto leyendo un texto académico que repentinamente quiebra la división ficticia entre interés académico e interés literario y me coge con las manos en la masa en lo que sea que esté escribiendo al momento, o cuando me ayuda a entender lo que estoy haciendo cuando hago lo que hago, o, también, cuando me motiva a empujar un poquito más para poder hacer lo que realmente quise hacer en primer lugar. Por suerte, y hasta la fecha, siempre ha sucedido cuando me encuentro metido en un proyecto de novela serio. Así, veinte páginas antes de terminar mi primera novela, Palacio, descubrí que, aunque mi intención fue explorar la voz, la pérdida, y la escritura anticlimática, había escrito a la vez otra novela más de inocencia neoliberal-global (lo cual en sí mismo no es un juicio de valor). Lo mismo pasó a la mitad de Dicen que los dormidos, que sale este año, y con la que quería añadirle a la ecuación de voz y pérdida la idea de la violencia colateral, a la vez que buscaba empujar la segunda persona hasta el punto en el que se fusiona con la primera y la tercera, pero en la que terminé prduciendo una novela clasemediera afectada sobre los duros despertares de esa clase en los noventas y los dosmil. Finalmente, lo mismo acaba de suceder, leyendo el último libro de Fredric Jameson, mientras me hallo intentando de escribir una novela cuasi-histórica (Breve relación de la destrucción de las Indias), localizada en algún lugar entre Faulkner y Phillip Roth: 

"Subjectivism is not the most useful reproach here, but rather the facile free association and the ease and speed with which a character can be shown to think when the truly ontological obstacles of objects and otherness have been evaded: a stream of perceptions, thoughts, desires, which are neither telling nor showing, but a performance that purports to offer both, at the same time that the novelist's narrative gets itself continued and then finished off. Such is the omnipresent production of realism after realism, as it lends its motor power to 'serious' literature and the commercial kind alike." (185)

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