viernes, enero 23, 2009

Madrugada de Jueves, dixit Rivera Garza

Del blog de Cristina Rivera Garza, No hay tal lugar:
MADRUGADA DE JUEVES
[en Hasta Atrás, sección de la revista Día Siete]
Un Joven Extranjero me planteaba no hace mucho la temida pregunta: “¿Cómo se vuelve uno escritor?” Atajándome la posibilidad de una salida fácil, se contestaba de inmediato: “Por los libros, diría Marguerite Duras”. Y añadía, porque sabía de buena fuente que compartía esa creencia: “Tu Marguerite Duras”. La carta no era larga pero continuaba con sus cuestionamientos: si había tantas personas “rompiendo las noches entre las páginas de libros”, “acercando los lomos para olfatear la humedad y la tinta”, ¿cómo era que no todos se levantaban “en la madrugada de un jueves diciéndose: escribiré una novela”? “¿Será que me falta vida?”, ponderaba.
Me pregunto lo mismo con frecuencia, a decir verdad. Me lo pregunto con la fuerza de alguien que, ciertos jueves, especialmente de madrugada, desea empujar la puerta para poder salir, de una vez y para siempre, y no con la ansiedad del que planea entrar. ¿Es un escritor el que, de viaje por una ciudad de ensueño, se encierra en una habitación roja para poder desarrollar, ahora que en contra de toda predicción ocurre otra vez, ahora que tiene tiempo, la historia que se quedó en embrión apenas meses antes, en otro lugar? El que escucha los sonidos de la calle desde un quinto piso y ve la luz natural sólo de reojo mientras no puede despegar los ojos de la pantalla ni los dedos del teclado ¿es un escritor o un adicto o un monstruo? ¿Iba yo a decirle al Joven Extranjero de verdad, honestamente y sin agachar la vista que esas muchas demasiadas horas en que ocurre poca cosa más allá de la más estricta inmovilidad eran, en realidad, horas deseables? ¿Podía decirle, en un arranque de sinceridad, que esos jueves de madrugada no estaba yo, como tantos cientos de miles de otros, empujando la puerta para poder entrar y no, como dije al inicio de este párrafo, para salir?
Marguerite Duras, que ha escrito tantas cosas exactas, también escribió una frase que me persigue desde que la leí por primera vez. Anotaba, en su libro Escribir, que escribir es eso “que escribiríamos en caso de que escribiéramos”. Inagotable e inquietante a la vez, la frase no se le escapó a Vila-Matas en el ensayo que le dedica a la escritora francesa en su libro Desde la ciudad nerviosa. ¿Qué eso que “escribiríamos en caso de que escribiéramos”? El uso del condicional y el subjuntivo colocan al lector, presunto interrogante, entre la espada y la pared. Cruel, porque lo era, y directa por sobre todas las cosas, Duras parece decir que la respuesta a esa interrogante, de existir, no está fuera del presente, que es el único tiempo posible de la creación, y luego entonces, no está fuera del acto mismo material y concreto de la escritura. Serpiente que se muerde la cola. Látigo de Stein. Lo que acontece aquí, en caso de. Cuando la suerte. Cuando la duda. Cuando la espalda se inclina sobre una máquina y los dedos pulsan unas cuantas teclas. Cuando el cuerpo.
¿Quiere esto decir que le estoy diciendo al Joven Extranjero que se deje ya de tanta sobada pregunta y que se siente, cual debe, frente a su pantalla, sea o no sea jueves, sea o no de madrugada, y se ponga a presionar teclas una y otra vez, una y otra y una, sin garantía alguna pero con la única convicción de que, si existe respuesta, sólo la escritura le dirá lo que escribiría en caso de que escribiera? En cierto sentido, dicho sea esto con todo respeto, eso es lo que estoy escribiendo esta madrugada, efectivamente de jueves, al Joven Extranjero.

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